La vida es una línea recta donde a menudo se cruzan otras líneas que pueden lograr que tu mirada sobre las cosas se modifique y, con suerte, te ayuden a crecer como persona. Por lo general, alguna de esas otras líneas se cruza con la principal en el momento más inesperado, y, cuando lo hace, sin duda, hay que abrazarla. Tontos hubiéramos sido los integrantes del taller PDA si hubiéramos dejado pasar una oportunidad como la que hemos vivido este mes de noviembre en Córdoba.

Una de las puertas de la Mezquita.
Al principio, cuando Manuel Sánchez y Carmen Ridaura, de Animacor, nos llamaron para hacer un taller de animación en el Hospital Reina Sofía con niños a los que les acababan de trasplantar la médula, reaccionamos con respeto y cautela. ¿Qué sabíamos nosotros sobre cómo tratar a niños en estas circunstancias? ¿Cúal sería el método mejor para que nos contaran su experiencia, sin caer en los tópicos manidos de la lagrimita fácil?
Quimioterapia para quien quiera ser calvo.
Recuerdo que estuvimos meditando la manera de plantear el taller, y el temor sobrevolaba como un halcón sobre nuestras cabezas. Pero al final aprendimos que la mejor manera de enfrentarse al miedo es ir a por él de frente para vencerlo. Y así hicimos.

Los hematólogos hablaron con los chicos

Moises en la truca dispuesto a mover a medulin en patinete.
También es verdad que la decisión iba a ser más sencilla gracias a la ayuda de Juan Expósito, el profesor del colegio del hospital. Con Juan uno descubre que todavía es posible encontrar a un “maestro” como los de antes, con la sensibilidad de aquéllos que iban por los pueblos con la cartera de cuero marrón al hombro o bajo el brazo, repartiendo sabiduría sin esperar nada a cambio, salvo el disfrutar del gozo de ver cómo aprenden los demás.

los cuatro artistas y el abuelo de Ana.

Una de las paredes de la Ciberaula donde hicimos el taller
Él nos tranquilizó y, con él, la encantadora Concha Herrero, otra pieza imprescindible del proyecto. Así, nos liamos la manta a la cabeza y a principio de Octubre aterrizamos en el Hospital Reina Sofía con el objetivo de tener lista la película para la clausura del Festival, el 7 de Noviembre.

La entrada del hospital, mejor dibujada que en foto, ¿no?

Paula se dibuja a sí misma caundo le hicieron el trasplante.
Recuerdo que la entrada en la sala donde nos esperaban fue muy impactante. Sentados alrededor de una mesa vimos a cuatro niños con muy poco pelo y una impresionante mascarilla que apenas sí nos dejaba entrever sus ojillos llenos de vida. La piernas se nos agarrotaron, la respiración se nos hizo contenida, pero, poco a poco, los propios niños, Ana, Moisés, Andrés y Paula, Juan, “el maestro”, y la encantadora madre de Paula, además del abuelo de Ana, nos fueron mostrando el camino que debíamos tomar para abordar la acción con confinza.

La madre de Paula.
Juan propuso que los niños escribieran y dibujaran cosas que tuvieran que ver con el trasplante de médula. Moisés, niño de poderosa imaginación y verbo fácil, dio con un personaje entrañable: “Medulín”. El primer día se grabaron casi dos horas de conversaciones con locuciones muy reveladoras, probablemente a consecuencia del fuerte tratamiento que somenten a estos niños: “Tengo muchos sueños con monstruos. Una noche soñé que mi padre comía mucha ensalada, y de tanto comer ensalada se convertía en un cuervo, y luego en un saltamontes”.

Justo Peinado Rubio entra el naranjo en el Hospital
Fue una semana y media muy intensa la que se vivió dentro del hospital con estos niños, pero el talento humano de los profesores y los doctores hicieron que pasara fácil como el agua. Los niños dibujaron, hicieron pequeñas animaciones y customizaron aparatos médicos en desuso para usarlos como los créditos iniciales del corto. Todavía nos retumban en el corazón las palabras de los padres al marcharnos del hospital: “No sabéis la ilusión que les ha hecho a los niños hacer este taller. Están de otro humor y se pasan el día dibujando y con ganas de hacer muchas cosas”.

Ellos también pueden trasplantar vida.

Las frutas de papel crecían mágicamente.
La fortuna se alió con nosotros, y hasta la música que acompaña a las imágenes surgió por azar de la mano del joven pianista, Carlos Baños, que, muy amablemente, se prestó a tocar unas composiciones que van como anillo al dedo al corto. Gracias, chico. Cabe destacar la excelente labor de post-producción que realizaron los coordinadores Tyto Alba y David Borrull, tratando con mimo los dibujos de los niños, y navegando entre las difíciles aguas de la imagen real y la animación, un matrimonio que, muy pocas veces, logra asimilar la conjunción entre fondo y forma.

Justo nos enseñó el truquillo.

Mosises, talento en estado puro, ideando cosillas.
El día de la proyecc¡ón los niños, los padres, Juan y Concha, los profes y la doctora Toñi Rodriguez estaban eufóricos. Fue una noche muy bonita y el público se emocionó muchísimo. Animadores de todo el mundo que se habían dado cita en el certamen y que venían a recoger premios felicitaron a todos los niños y a los mayores por el “trabajo tan lindo”, en palabras de algunos de ellos. Gracias, desde aquí, a todo el equipo de Animacor por hacer posible esta peliculita. Moisés, Ana, Paula y Andrés, no os olvidaremos. Siempre que nos suceda algo malo ya tendremos una referencia en la memoria que nos ayudará a continuar el camino. Tal y como dices, Ana, en el corto: “Los niños a los que les pase esto deben pensar que, con el tiempo, lo van a pasar mejor”. Toda una filosofía de vida para aprender y no olvidar. Claro que sí.

Momentos antes de la presentación del corto ¡Una emoción!